El secreto de la doncella by Abby Green

El secreto de la doncella by Abby Green

autor:Abby Green
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2021-06-14T11:25:16+00:00


Capítulo 7

Nikos se agarró con fuerza al lavabo y tomó aire antes de que se abriera la puerta.

Levantó la cabeza y vio el reflejo de Maggie en el espejo. Su pelo era como una mancha roja y dorada contra el mármol blanco. Se dio la vuelta. Todavía estaba tembloroso, como si le hubiesen arrancado una capa de piel.

Maggie entró y él quiso decirle que no se acercara. Sabía lo que necesitaba para acabar con esa sensación de vulnerabilidad y era algo que solo ella podía darle.

Ni siquiera esa revelación tan desasosegante pudo cambiarle de estado de ánimo y no dijo nada. Dejó que se acercara cada vez más, como si Caperucita Roja se acercara al Lobo Feroz.

–¿Qué te pasa, Nikos? –le preguntó ella con el ceño fruncido–. Parece como si hubieras visto un fantasma.

–¿Está bien Daniel?

–Muy bien. Ya está dormido, no le has hecho daño.

–No es eso… –él sacudió la cabeza–. Es que…

–¿Qué?

Nikos levantó una mano.

–No deberías acercarte más.

Maggie notaba la descarga eléctrica en el ambiente y su cuerpo estaba reaccionando, hacía que quisiera acercarse más aunque él le hubiera advertido de que no lo hiciera. Sabía que debería darse la vuelta y marcharse, que él no quería que estuviera allí, pero sus ojos y su rostro decían lo contrario.

La necesitaba.

No sabía por qué lo sabía, pero lo sabía. Solo podía imaginarse que haber tenido en brazos a su hijo por primera vez había sido tan devastador como lo fue para ella cuando nació Daniel.

–¿Qué ha pasado? –insistió ella.

–No puedo explicarlo… –Nikos sacudió la cabeza–. Maggie, vete.

A Maggie se le encogió el corazón al oír el tono desgarrador de su voz.

–¿Por qué?

–Porque si no te marchas, tendré que tocarte.

A ella se le paró el pulso antes de acelerársele como una locomotora.

–¿Y qué tiene de malo…?

–No sería muy… delicado –contestó él apretando los dientes.

Su advertencia no la asustó, la excitó. Se quedó delante de él como si quisiera decirle sin palabras que podía tocarla.

–Maggie… –murmuró él en tono de advertencia otra vez.

Ella le tocó la mandíbula y notó la barba incipiente en la palma de la mano. Él le agarró de la muñeca, le dio la vuelta a la mano, se la llevó a la boca y le pasó la lengua. Ella sintió un estremecimiento de deseo en las entrañas.

Cuando Nikos bajó la cabeza, ella ya estaba levantando la suya y las bocas se encontraron mientras él le rodeaba el cuello con el brazo. Maggie estaba arqueando la espalda y nada podía pararle los pies.

Notó vagamente que Nikos la levantaba y la dejaba sobre una superficie dura, la encimera del cuarto de baño. Sus bocas quedaron a la misma altura. Él le tiró de la camisa y ella oyó algo que caía al suelo. ¿Era un botón? Le daba igual, solo quería sentir las manos de Nikos en la piel.

Le abrió la camisa, le soltó el sujetador y le tomó los pechos con las manos. Le lamió un pezón y luego el otro. Estaban muy sensibles… Le agarró de la cabeza, le vibraba todo el cuerpo.



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